Abuelitos
El pasado 21 de marzo falleció mi abuelita María, la última que quedaba con vida. Su edad ya se contaba con tres dígitos. Aunque en los últimos años ya desvariaba, pudimos tenerla mucho tiempo con nosotros.
Tuve el privilegio de disfrutar de 3 de mis abuelitos, los cuales tuvieron una larga vida. Excluyo a mi abuelita materna que murió cuando mi mamá era niña, pero según todos los que la conocieron, era una persona muy cariñosa.
Me quedo con el recuerdo de mi abuelito Challo, una persona generosa, de gran sentido del humor, y que nos enseñó a ser respetuosos con los demás. Con mi abuelito Manuel tuvimos una linda relación. En las vacaciones escolares viajaba yo solo para visitarlo y me quedaba con él, acompañándolo y ayudando en lo que pudiera de las tareas del campo. En las tardes jugábamos brisca, y llegando la hora de once, íbamos a comprar pan y queso fresco, para tomar el té a las 6 en punto. Esa era nuestra rutina diaria. Nota aparte merece el hecho de que ese té con el agua de pozo es una exquisitez.
Son varios los recuerdos que tengo de mis abuelitos, todos gratos y con profunda emotividad. Aprendí mucho de ellos, y sentí el gran cariño que me demostraron. Paseos al río, sacar mora juntos para venderla o hacer mermelada, levantarse temprano para ir a ordeñar una vaca, preparar las cosas porque al día siguiente debíamos ir a la ciudad a hacer trámites y compras (lo cual era todo un panorama), tomar mate juntos... Pensándolo bien, tuve una infancia afortunada. Sería un malagradecido si me quejara de algo.
Nota del autor: este escrito lo comencé a escribir a fines de marzo, pero recién ahora lo estoy publicando. Es la gracia de tener un blog: escribo cuando tengo ganas de desahogarme y compartir recuerdos.
Mientras estén en tus recuerdos seguirán vivos.
ResponderBorrarUn fuerte abrazo a la distancia.
Saludos