Memoria (Parte 2)

¿Alguna vez les ha pasado que tienen la extraña sensación de que las cosas que guardan como recuerdos en su mente, incluidas las vivencias junto a otras personas, no pueden compartirlas con nadie más, y que esas cosas se van quedando atrás en la corriente del tiempo? A mi me pasa muy seguido.  Quizás ahora que escribo estas líneas me suena un poco absurdo, e incluso me temo que ni siquiera sé muy bien como plasmar lo que quiero decir, así es que si el presente texto presenta incoherencias, le ofrezco mis disculpas querido lector.

Me encanta recordar cosas, vivencias propias o sucesos históricos, incluso me acuerdo de detalles y fechas que no tendría porqué recordar, datos que para muchos son intrascendentes.  Probablemente por lo mismo es que decidí en mi adolescencia escribir un diario de vida. Lo inicié a los 15 y seguí hasta los 24. También grababa muchas cosas en cassette, no solo canciones, sino programas de radio. En el colegio propuse la idea de hacer un anuario al finalizar la enseñanza media.  Todo con la intención de ir dejando un registro de las cosas que me han ido ocurriendo. 

Me acuerdo bien de todas esas cosas, pero desde hace mucho que ya no tengo con quien compartir varios de esos recuerdos, porque derechamente el círculo de personas con las que me relacionaba cambió, y los que aún se mantienen de esa época poco tienen que ver con las cosas que recuerdo.  Incluso algunos lugares donde ocurrieron algunos de esos sucesos ya ni siquiera existen. 

Hace un tiempo me acordé de anécdotas del colegio. Cosas que me causaron alegría.  Pero de repente ese sentimiento se transformó en una extraña sensación de angustia.  Caí en la cuenta de que no tengo contacto con aquellos que estaban involucrados en esos recuerdos de hace más de 15 años, y que cada día que pasa se van quedando más y más atrás en la corriente del tiempo.  No es que necesite ahora volver a establecer contacto con dichas personas, son solo las ganas de decirle a alguien "¿Te acuerdas de cuando pasó tal cosa?".  Tuve que obligarme a pensar en otra cosa para que esos recuerdos no se transformaran en crisis de pánico.

Ahora que leo lo que escribí, me doy cuenta que no es nada ajeno a lo que cualquier persona experimenta.  Lo positivo es que descubrí que escribir me hace bien y, como dije al principio, hace no suene tan serio como pensaba e incluso lo vea un poco absurdo.  Así es que de vez en cuando plasmaré por esta vía algún recuerdo que necesite expresar.

¿Será que estoy más viejo?

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