Tenis

2004. En Atenas, Grecia, se producía una gesta deportiva no menos emotiva. Por primera vez alguien procedente de esta parte del mundo (Chile) obtenía la presea dorada en juegos olímpicos.  El tenis fue el protagonista.  Desconozco cuanta repercusión tuvo a nivel internacional, pero acá fue fiesta nacional.  Gente celebrando en el centro, multitudes esperando la llegada de los deportistas y acompañándolos en su transito desde el aeropuerto hasta el palacio de gobierno. 

A miles de kilómetros de Atenas, dos jóvenes, que por aquél año cursaban tercero medio, absolutamente engrupidos con el éxito deportivo se inscriben en un campeonato de tenis interescolar.  Un desafío interesante salvo por un detalle no menor: ninguno había jugado tenis antes. 

Sí. Ahí estaba metido, con más entusiasmo que talento, en la selección de tenis de mi liceo.  El equipo además de mi compañero Pablo lo completaban 2 personas más: un compadre de apellido Liberona y otro que no recuerdo. A ellos les teníamos toda la fe del mundo.  Se manejaban más en el tema. 

Finalmente llegó el día.  El campeonato se jugaba en la facultad de la Universidad Andrés Bello que está en avenida Las Condes.  Para muchachos como nosotros provenientes del sector poniente de la ciudad eso era bastante lejos.  Pero llegamos.  Eso sí los 2 a los que les teníamos fe nunca aparecieron.

El primer día fue de presentación de los colegios y también para conocer a nuestros rivales. Nos sortearon para jugar al dia siguiente. Zafamos. Un día más para intentar contactar al parcito que no llegó.  Uno de ellos se comprometió para ir al otro día.  Tampoco llegó. 

Día 2.  Finalmente llegó nuestro turno. Recuerde que, salvo unas prácticas las semanas previas, nunca habíamos jugado.  Estabamos nerviosísimos.  Pero ocurrió el milagro: nuestros oponentes no se presentaron (nos tuvieron miedo probablemente, ¡já!).

Sin saber muy bien cómo, nos vimos en segunda ronda de un torneo en el que entramos de puro engrupidos por el éxito olímpico.  Pero, ¡alto!  Apareció no sé de dónde un equipo Lucky Loser.  Y la organización les dio la chance de jugar contra algún rival que hubiese ganado por no presentación de sus rivales.  Habían 3 equipos en esa situacion, entre ellos nosotros.  Se hizo un sorteo y el que saliera favorecido tendría que jugar. Adivine quiénes fueron los privilegiados. Rayos.

De los partidos contra el equipo "Santa María no sé cuanto" poco se puede decir.  Ambos terminaron con un 6-0 6-0 en contra.  Hasta me llegó un pelotazo.  Eran secos.   Lo curioso fue que como nos tocó en el último turno quedó una cancha profesional a nuestra disposición y jugamos hasta que nos dio hipo (hasta que oscureció en realidad). 

Así fue como anuncié mi retiro después de una exitosa carrera deportiva.

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